
El Donald Trump de esta semana es como el emperador romano peliculero –y alejado de la verdad histórica–, con el puño extendido, mientras observa complacido cómo el mundo le mira. Si el pulgar marca hacia abajo, EE.UU. atacará a Irán. Si apunta hacia arriba, … aguantará para buscar una solución diplomática. «Podría hacerlo, podría no hacerlo», dijo sobre la aprobación de una operación militar contra la República Islámica para asegurarse de que no tendrá acceso a armamento nuclear. «Nadie sabe lo que quiero hacer».
Que nadie sepa qué va a hacer incomoda a muchos en EE.UU. Y no solo a la oposición demócrata, que reprocha todo lo que haga Trump y que también critica su gestión de la crisis en Oriente Próximo. El problema es que solo el hecho de que el presidente esté deshojando la margarita sobre una implicación militar de EE.UU. en Irán ha abierto grietas entre los suyos.
Porque una de las señas del movimiento MAGA (‘Make America Great Again’, ‘Hacer grande a EE.UU. otra vez’) siempre fue el aislacionismo, el elemento central en política exterior de la ideología ‘America First’, ‘EE.UU. primero’. Estas bases de Trump fueron una reacción a los republicanos tradicionales, los herederos de la era ‘neocon’, con el gatillo fácil en guerras por todo el mundo. Después de décadas de implicación en conflictos lejanos –Irak, Siria, Afganistán–, la exigencia era poner como prioridad en las clases medias y bajas de EE.UU., votantes con sus condiciones económicas deterioradas por la globalización y cuyos bolsillos soportan las guerras en las que, además, mueren sus jóvenes. Es el mismo hastío por el que Trump y los MAGA ven con escepticismo a la causa ucraniana: es un vertedero de dinero de los contribuyentes.
Trump abrazó esas ideas. Hizo campaña contra las ‘forever wars’ –las guerras eternas– y convenció a esas bases. En los mítines de la última campaña, muchos de sus seguidores repetían aquello de que en su primer mandato Trump no metió a EE.UU. en ninguna guerra.
«Restauraremos la estabilidad en Oriente Próximo y devolveremos la paz al mundo», dijo Trump en campaña. Una vez en la Casa Blanca, ese objetivo se ha demostrado, como es obvio, más complicado, Llegó al poder con un alto el fuego para la guerra de Gaza que duró muy pocas semanas y su promesa de acabar con la guerra de Ucrania «en 24 horas» pesa más cada día que pasa.
Y ahora baraja una intervención militar de nuevo cuño en el polvorín de Oriente Próximo, algo que ha acabado con la paciencia de algunos de sus grandes aliados en el ‘trumpismo’.
Uno de los más relevantes es Tucker Carlson, expresentador estrella de Fox News, la cadena más seguida por los republicanos, incondicional de Trump y uno de sus principales valedores en los medios. Pero Carlson ha sido muy crítico con esas guerras interminables y ha criticado con dureza la posibilidad de que EE.UU. se meta en una nueva.
Desde el pasado fin de semana, ha alertado que hay una división en el ‘trumpismo’ entre «quienes animan la violencia y quienes tratan de prevenirla, entre belicistas y los pacifistas». Un par de días después, advirtió de que entrar en la guerra «debilitará» a EE.UU. y va a hacer que «veamos el fin del imperio americano».
«Pero creo que también va a acabar, creo, con la presidencia de Trump, de forma efectiva», añadió sobre el impacto que puede tener la guerra en las elecciones legislativas del año que viene.
Trump se sacudió las advertencias de Carlson en su estilo: le calificó de «chiflado» en un mensaje en su red social e insistió en que Irán no puede tener armas nucleares «y quizá hay que luchar». El presentador comparó a Trump con George W. Bush, uno de los antecesores que el actual presidente ha despreciado.
Pero Carlson no es el único. El populista Steve Bannon, uno de los grandes ideológicos del ‘América primero’, su jefe de campaña en las elecciones victoriosas de 2016 y estratega jefe en sus primeros meses en la Casa Blanca, se sumó a las críticas: «No podemos hacer esto otra vez, partiremos al país. No podemos tener otro Irak».
Algunos de los seguidores más radicales de Trump en el Congreso también se han posicionado en contra. Es el caso de la diputada Marjorie Taylor Greene: «Todos los que están babeando para que EE.UU. se implique a fondo en la guerra de Israel-Irán no son MAGA ni ‘América primero’», defendió en la red social X. «Estamos asqueados y cansados de las guerras extranjeras, de todas ellas».
Para los políticos más implicados en el movimiento MAGA, aceptar la entrada de EE.UU. en otra guerra en Oriente Próximo supondría una marcha atrás considerable. También para el vicepresidente, JD Vance, a quien Trump eligió, entre otras cosas, por su predicamento entre estas bases, y que ha sido muy sólido –como pudieron quienes acudieron este año a la conferencia de seguridad de Múnich– en su aislacionismo.
«Es correcto que la gente se preocupe sobre una implicación en el extranjero después de los últimos 25 años de política exterior idiótica», escribió en redes sociales. «Pero creo que el presidente ha ganado crédito para estos asuntos» añadió para pedir confianza a sus seguidores.
En la otra esquina del ring, están los ‘halcones’ de esta era. En los medios, presentadores de Fox News como Sean Hannity o Mark Levin, este último con frases como «los iraníes están a punto de llevarse una patada en el culo». Entre los grandes donantes a la campaña de Trump, grandes apoyos de Israel, como la multimillonaria Miriam Adelson. Y en el Congreso, senadores como Lindsay Graham o Ted Cruz, que están entre quienes apoyan que se aprovechen las circunstancias para acabar para siempre con los ayatolás y provocar un «cambio de régimen», algo que Trump no ha descartado.
Con Cruz, de hecho, Carlson ha tenido un enfrentamiento. El senador por Texas acudió al podcast del presentador y discutieron con ferocidad sobre el asunto, en un intercambio que se hizo viral. En un momento, Carlson le preguntó cuántos millones de habitantes tiene Irán. O cuál es la composición social del país. Cruz no tuvo respuestas. «¡No sabes nada de Irán!», exclamó Carlson a los gritos. «¡Y quieres derribar su régimen!».
Por el momento, es difícil saber cómo respiran las bases del ‘trumpismo’ al respecto. Algunos de los mensajes más agresivos de Trump en su red social en los últimos días –aquel que exigía «rendición incondicional» a Irán o el otro en el que amenazaba con matar a su Líder Supremo, el ayatolá Alí Jamenei– recibieron muchas respuestas negativas de seguidores: «No más guerras extranjeras», «no votamos esto, votamos ‘EE.UU. primero, no ‘Israel primero’», «estás yendo contra todo lo que los MAGA votamos, no escuches a los cerdos bélicos», «dijiste que no habría más guerras interminables»…
Preguntado este miércoles sobre la posibilidad de perder apoyo popular si mete a EE.UU. en una guerra, Trump no le dio importancia: «Mis seguidores están más enamorados de mí, y yo más enamorado de ellos, que en la elección».