
El Inter de Milán sigue vivo. Y con las opciones de clasificación intactas. Coqueteó con la debacle ante el Red Urawa Diamonds, que se adelantó a los once minutos y tuvo a los italianos sobre el alambre hasta el último suspiro. Apareció el de siempre, Lautaro Martínez, para levantar a los de Chivu e iniciar una remontada que culminó Carboni en el minuto 92.
Se ha acostumbrado el Inter, también el de Chivu, a jugar en el alambre y salir airoso de situaciones complicadas. Evitó la derrota ante Monterrey en la primera jornada -Lautaro mediante- y rescató una victoria en la que ya nadie creía ante los nipones. Porque los italianos exhibieron un ejercicio de impotencia ofensiva ante un equipo parapetado en su área. El plan le salió perfecto desde el inicio a los de Skorza.
Una buena acción individual de Kaneko por banda derecha a los once minutos acabó con el certero remate de Watanabe a la red. Quedaba un mundo por delante pero se preveía sufrimiento del lado interista hasta el final. El Urawa, intenso y correoso, no concedía prácticamente nada y reducía los espacios para aferrarse a un puro ejercicio de supervivencia en Seattle.
Barella no filtraba pases y Dimarco y Luis Henrique, los encargados de dar amplitud y generar desborde, no encontraban la inspiración. Solo quedaba agarrarse al instinto de Lautaro Martínez, cuya voracidad e inteligencia en el área están por encima casi de cualquier situación adversa. Avisó con un remate de cabeza al larguero en el primer tiempo lo que más tarde acabaría por ser la necesaria reacción de un equipo obligado a estar en la siguiente fase.
Una chilena a tiempo
Movió Chivu el banquillo tras el descanso y el dominio interista se acentuó. Mkhitaryan metió una marcha más y el Inter, sin generar grandes ocasiones, comenzó a dar mayor sensación de peligro. Pero el tiempo pasaba y los nipones resistían. Fue entonces cuando apareció el de siempre. En el minuto 78 Lautaro se inventó una chilena más efectiva que estética para hacer el empate.
A partir de ahí el partido se convirtió en un asedio del Inter. La lluvia de balones al área del Urawa acabó por derribar el muro nipón. Fue en un mal despeje, casi en la última jugada del partido. Carboni recogió un rechace corto y la puso con el interior junto al palo largo. La remontada era una realidad. El Inter de Lautaro tiene una vida más. Y los octavos están más cerca.