
Cuando se encendieron todas las alarmas por el anunciado ataque del ejército indio como venganza por un atentado en Cachemira que Nueva Delhi atribuyó a un grupo terrorista respaldado por Pakistán, los residentes que viven a ambos lados de una de las fronteras más militarizadas del mundo comenzaron a prepararse para la guerra. Otra más. Aquello ocurrió a finales de la semana pasada. Las escuelas cerraron y muchas familias de la dividida región de Cachemira se refugiaron en precarios búnkeres subterráneos e hicieron acopio de todos los suministros básicos que pudieron.
Las primeras explosiones se escucharon en la Cachemira paquistaní alrededor de la 1:00 horas de la madrugada del miércoles. Había comenzado la Operación Sindoor, el nombre en clave militar que buscó India para describir lo que llamó un “ataque de precisión” contra infraestructura terrorista. Los paquistaníes aseguraron que hubo al menos 26 civiles muertos y decenas de heridos por una ofensiva india que apuntó con misiles hacia dentro de Pakistán, en varios puntos de Punjab, la segunda provincia más poblada. Los proyectiles también sacudieron a la dividida Cachemira. “Un misil cayó cerca de la casa de mi sobrina Ruby Kaur. La metralla le dio en la cabeza. La trasladamos de urgencia a un hospital cercano, pero no llegó con vida”, relataba Buava Singh, vecino del distrito fronterizo de Poonch, en el lado indio.
Desde Delhi, los portavoces del ejército y del Gobierno del primer ministro Narendra Modi insistieron en que los ataques fueron comedidos y que apuntaron a “centros de almacenamiento de misiles, de reclutamiento y de adoctrinamiento terrorista”. En cambio, las autoridades paquistaníes denunciaron que los bombardeos se dirigieron contra varias mezquitas y aldeas donde vivían numerosas familias.
Inmediatamente después de la ráfaga de misiles lanzados desde India, las tropas de ambos lados se enzarzaron en un intercambio de disparos en varios puntos de la Línea de Control, la frontera establecida tras el primer choque entre India y Pakistán después de lograr su independencia de Gran Bretaña en 1947. Varios residentes de las aldeas del lado indio fueron alcanzados por fuego de mortero. Según las autoridades indias, al menos diez civiles murieron por disparos y bombardeos de los soldados paquistaníes.
A 32 kilómetros de la frontera, en Muzaffarabad, la montañosa capital de la Cachemira controlada por Pakistán, la ciudad se quedó a oscuras después del impacto de madrugada de las primeras bombas, una de ellas sobre una mequita. “Era una mezquita callejera donde rezábamos cinco veces al día. Nunca vimos ninguna actividad terrorista sospechosa“, explicaba a los periodistas locales de la BBC uno de los vecinos, Mohammed Waheed. Younis Shah, otro residente de la Cachemira paquistaní, aseguraba que cuatro misiles disparados por el ejército indio cayeron en un complejo donde hay una escuela, una residencia de estudiantes y un centro médico.
En Muzaffarabad, los residentes llevaban días preparándose para los ataques aéreos y habían construido sencillos refugios subterráneos con paredes de barro. Sólo unas pocas familias, las más pudientes de esta pobre región, pudieron reforzar sus escondites con hormigón. Las autoridades municipales habían ordenado hace días el cierre de colegios y madrasas. También recomendaron a la población almacenar provisiones para aguantar al menos un par de meses. Además, los trabajadores de los servicios de emergencia estuvieron capacitando a muchos escolares en labores de rescate y de primeros auxilios.
En la Cachemira india, donde tuvo lugar el brutal atentado islámico con 26 turistas muertos que desencadenó esta nueva escalada militar entre las dos potencias nucleares, varios grupos de insurgentes armados llevan décadas resistiéndose con una violencia desmedida al control de Delhi. El sangriento ataque de abril contra los turistas hindúes fue reclamado por un grupo islámico que hasta entonces era totalmente desconocido, el autodenominado Frente de Resistencia. En cambio, las autoridades indias dicen que detrás se esconde el Lashkar-e-Taiba, designado como “organización terrorista” por Estados Unidos y que estuvo implicado en otro atentado en Bombay en 2008, con 147 muertos.
Los grupos armados de Cachemira habitualmente cuentan con un fuerte apoyo de una gran parte de la población local, que respalda los objetivos de unificar todo el territorio, ya sea bajo el dominio paquistaní o como un país independiente. El Gobierno de Modi siempre ha acusado directamente a Pakistán de apoyar a los rebeldes. Ambos vecinos han entrado en guerra otras dos veces por Cachemira, la más reciente en 1999.
La oleada de violencia se reactivó sobre todo en 2019, cuando Modi, en medio de una ofensiva de seguridad, revocó el estatus especial de la región, el mismo que le había otorgado una autonomía limitada desde 1949, permitiendo a Cachemira mantener su propia constitución y la libertad de aprobar sus propias leyes. Se implementaron nuevas reglas que daban acceso a los extranjeros a la compra tierras en Cachemira por primera vez, lo que muchos vecinos entendieron como un intento del partido nacionalista hindú de Modi de despojarlos de sus tierras y cambiar la demografía musulmana de la región.
En la Cachemira india, y en otras regiones del país más poblado del mundo, las autoridades realizaron el miércoles varios simulacros de seguridad ante las amenazas de un ataque de represalia del ejército paquistaní. Sonaron las sirenas de emergencia y se realizaron varios ejercicios masivos de evacuación.