
Cannes
Es posible entender la evolución del blockbuster y el cine de acción en las últimas tres décadas a través de las ocho entregas de Misión Imposible, una saga que ha marcado el imaginario colectivo. Cualquiera es capaz de tararear la banda sonora, firmada por Lalo Schifrin. Cualquiera es capaz de imaginarse a su protagonista, Tom Cruise, en pie sobre una moto, trepando por rascacielos de cristal, saltando por un barranco o saltando en paracaídas. Escenas icónicas que son parte, guste más o menos, de la historia del cine y que en el Festival de Cannes han revolucionado al público más cinéfilo que ha podido presenciar el final de la saga en el Gran Teatro Lumière, con orquesta previa en la alfombra roja versionando los compases de la banda sonora y con el héroe, Tom Cruise, con gafas de sol y melena al viento.
Hay dos constantes que se han mantenido a lo largo de los años, desde los novena hasta 2025 y que continúan en esta entrega, Misión: Imposible. Sentencia final. Una es que siempre han sido películas hechas para el disfrute del público en la sala de cine, incluso en los momentos más complicados para la taquilla. Otra es que incluso a sus 63, Cruise sigue protagonizando escenas de acción, cada vez más peligrosas y sorprendentes, entrenando y dando al público lo que quiere ver en este tipo de productos, ni un respiro en las casi tres horas de metraje de este final, justo lo que quiere cualquier espectador de una franquicia creada en 1996, que ha sobrevivido hasta ahora.
De nuevo Christopher McQarrie tras las cámaras, un autor, como lo definía el director del festival, Thierry Frémaux. De nuevo, el héroe se mueve por escenarios de todo el mundo, hasta debajo del agua, algo que no parece encajar muy bien en ese nuevo modelo arancelario que quiere imponer Trump y del que, de momento, nada han dicho ni McQuarrie ni Cruise que se han beneficiado, en tanto que director y productor de las rebajas fiscales de los distintos países europeos por donde ha recalado la producción. En cualquier caso, si Trump impusiera sus aranceles, la saga ya no podría ser la misma.

Tom Cruise plays Ethan Hunt in Mission: Impossible – The Final Reckoning from Paramount Pictures and Skydance. / Paramount Pictures and Skydance

Tom Cruise plays Ethan Hunt in Mission: Impossible – The Final Reckoning from Paramount Pictures and Skydance. / Paramount Pictures and Skydance
El final recurre a algo demasiado habitual en las sagas longevas de Hollywood: la nostalgia. Empieza con un breve resumen de todas las entregas anteriores, con los mejores momentos de Cruise. Un inicio que es toda una declaración de intenciones, pues toda la película combina dos objetivos: ser puro espectáculo y homenajear al héroe, el actor y el personaje. Todo eso sin perder sus esencias, pero sabiendo cómo adaptarse a los nuevos tiempos y a las modas del nuevo cine mainstream. Esas modas incluyen que no nunca decaiga el in crescendo. Todo es una locura, como en las últimas entregas.
Fue en los noventa cuando Brian de Palma rodó esta película de acción, con cierto sello personal y toque Hitchcock incluido, que adaptaba una serie de televisión de éxito de espectadores. La película contaba historia de un agente que era reclutado para solucionar un ataque en la central de la CIA y nos brindaba una escena que todavía hoy recordamos en la que el actor aparece colgado del techo para robar algo a priori inaccesible. Esa maravillosa escena se repite en varios momentos de este final para deleite de los fans.
La segunda entrega fue el patinazo, aunque para algunos, de tan mala, ha acabado siendo una especie de obra que reivindicar. John Woo cogía el testigo de De Palma y ubicaba al personaje en Sevilla, en medio de la Semana Santa y las Fallas, todo junto. Una entrega que abusaba del stop motion y de la acción hortera y que tenía a Anthony Hopkins como gran reclamo. J J Abrams llegó a dirigir la tercera con uno de los mejores villanos de todos los tiempos, el fallecido Phillip Seymour-Hoffman y con una pata de conejo como gran protagonista de la acción. Hubo una cuarta, Misión imposible, el protocolo fantasma, que revitalizó al franquicia y volvió a dar escenas de acción inolvidables, como la escalada en el Burj Kalifa. Fue en la quinta cuando llegó Christopher McQuarrie que sigue en la saga hasta ahora y que la ha convertido en un espectáculo visual y de entretenimiento donde hemos visto a Tom Cruise hacer de todo.
Aquí le vemos en una pelea en el aire entre una avioneta roja y una amarilla. Lo vemos pelear de todas las maneras posibles, recibir los golpes más despiadados y emocionarse junto a su equipo, compuesto por Simon Pegg, Hayley Atwell, Greg Tarzan Davis y Pom Klementieff. Todos excesivamente afectados, con diálogos a veces imposibles: “Cada sacrificio personal que hiciste le ha dado al mundo otro amanecer” o “Siempre eres el mejor de los hombres en los peores momentos”, entre otros. Sin duda, a la película le beneficiaría algo más de sorna y un punto más macarra.
Sobre la historia, pues como en la primera parte de este aparatoso final ya intuíamos, los malos han visto en la información y la tecnología el arma más valiosa para dominar el mundo y cargarse países y ciudades que no les interesan. A través del villano, La Entidad, una inteligencia artificial que cambia la verdad, Misión imposible nos habla del peligro de que ya no podamos confiar en la verdad de las noticias, de los gobernantes. Lo que le falta a la historia es responder a qué hacemos cuando La Entidad ya ha entrado en la Casa Blanca.
