
Abdala Shaqura trabajaba de camarero en un popular restaurante de la ciudad de Jan Yunis, en el sur de Gaza, que terminó destruido, como el 80% de los comercios de la Franja, en un bombardeo israelí. Hoy, desempleado, apenas tiene con qué mantener a sus tres hijos y depende enteramente de las comidas preparadas por los comedores sociales y de algunos alimentos enlatados. Shaqura perdió a su mujer en un ataque israelí. “Cuando no hay nada, a veces también comemos hojas de árboles o hierbas”, dice a elDiario.es. “Ya no sabemos lo que son los huevos, la carne, las frutas o las galletas”.
Con más de 650 muertos en la última semana, la mayoría mujeres y niños, el ejército de Israel se emplea a fondo en su objetivo de acabar con los remanentes de Hamás en Gaza —y los civiles que estén cerca—. El enclave palestino está a las puertas de una hambruna generalizada que disgusta a su principal aliado, Estados Unidos, y que escandaliza al resto del mundo.