
De poco le ha servido al presidente ucraniano, Volodímir Zelenski, lanzar al mundo su órdago de un duelo al sol con el líder ruso, Vladímir Putin, en Estambul. Moscú no ha caído en esa trampa mediática destinada a enaltecer al líder ucraniano y humillar al ruso ante la atención mundial. El Kremlin ha calificado a Zelenski de “patético” y ha puesto los puntos sobre las íes sobre la importancia real de la reunión: un encuentro preliminar, el primero en tres años entre rusos y ucranianos, para que las partes expongan sus demandas y abran un canal de negociación hasta ahora imposible de cara a poner fin a la guerra.
El mensaje del Kremlin es evidente: el proceso de paz, si se llega a fraguar, será largo, pero antes ha de haber contactos previos de negociadores diplomáticos y militares rusos y ucranianos, y no encabezadas por sus máximos mandatarios. “No sabemos cómo transcurrirán las negociaciones. Hay que esperar a su resultado”, dijo este jueves el portavoz de la Presidencia rusa, Dmitri Peskov.
Zelenski se encontraba este jueves en Ankara, donde se reunió con el presidente turco, Recep Tayyip Erdogan. Desde allí tenía previsto viajar a Estambul si Putin recogía el guante de su desafío. Tras el desaire del presidente ruso, finalmente Zelenski decidió que la delegación ucraniana en Estambul la encabezara el ministro de Defensa, Rustem Umerov, acompañado de altos cargos de el ejército y los servicios de inteligencia de Ucrania.
Por parte rusa, la delegación despachada por el Kremlin está dirigida por Vladímir Medinski, quien fuera el negociador principal en los fracasados intentos de poner fin a la guerra que tuvieron lugar también en Turquía en marzo de 2022, a pocas semanas de comenzar la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero de ese año. También acompañan a Medinski un viceministro de Asuntos Exteriores, un viceministro de Defensa y un alto cargo de la inteligencia militar rusa.
Airado por el fracaso de su plan de enfrentarse a Putin, Zelenski calificó de “farsa” el nivel de esta delegación rusa y criticó que no participase en ella un solo ministro.
Zelenski calificó de “farsa” el nivel de esta delegación rusa y criticó que no participase en ella un solo ministro.
Moscú impone los tiempos
Con el desplante a Zelenski, quien, tras aceptar la negociación directa entre rusos y ucranianos propuesta esta semana por Putin, quiso convertir el encuentro en un pulso con el líder ruso retransmitido a todo el mundo, el Kremlin ha querido dejar claro que son ellos quienes tienen la sartén por el mango. Participan en la partida, pero las reglas y los tiempos no los pondrán ni Zelenski ni sus aliados europeos, empeñados en presionar a Rusia con sanciones en el momento menos oportuno.
Tampoco el presidente estadounidense, Donald Trump, a pesar de sus histriónicos anuncios de que, si Putin acudía finalmente a Estambul, también él mismo viajaría a la ciudad turca interrumpiendo su gira por Oriente Medio para convertirse así en el salvador de la cumbre ruso-ucraniana. Los rusos ni siquiera consideraron esta posibilidad. Cuando se vea Putin con Trump, lo hará a nivel bilateral.
De hecho, la Casa Blanca lanzó este jueves la sugerencia de que Estambul podría ser el escenario de un próximo encuentro entre Trump y Putin. Este es precisamente el tipo de mensaje que quiere recibir Moscú, que la solución de la guerra de Ucrania llegará primero con un acuerdo entre Rusia y Estados Unidos.
La Casa Blanca lanzó este jueves la sugerencia de que Estambul podría ser el escenario de un próximo encuentro entre Trump y Putin.
Una cumbre imposible
Esa cumbre frustrada con Putin que durante dos días proclamó Zelenski estaba condenada al fracaso. En primer lugar, obviaba las reglas de cualquier proceso de paz, que requiere contactos iniciales, de equipos de menor nivel, sobre todo cuando las posturas están tan alejadas como la rusa y la ucraniana.
Kiev también evidenció mucha cortedad de vista al apostar por una diplomacia basada en la teatralidad del presidente ucraniano, que ha tenido mucho éxito en Europa, donde se adoran sus puestas en escena, pero que no tiene ningún atisbo de éxito con Rusia.
La estrategia ucraniana era poner en evidencia a Putin en público, tal y como Trump hizo a fines de febrero con el propio Zelenski en la Casa Blanca, o, en caso de que rechazara asistir, airear la falta de voluntad rusa por la paz, así como la pusilanimidad del presidente ruso.
Rusia gana tiempo para consolidar sus ofensivas
El problema de esta estrategia es que no tiene en cuenta la complejidad de la diplomacia del Kremlin, ducha en poner nervioso al adversario y no ofrecer pistas sobre su hoja de ruta real. Moscú en estos momentos tiene un objetivo claro: aumentar su ventaja en el campo de batalla antes de negociar un armisticio. Y los juegos teatrales de Zelenski están ayudando a esos planes, pues dan a Moscú un tiempo inestimable que necesita para afianzar sus conquistas.
Con todo el peso militar ruso presionando en la región de Donetsk, para conquistar el bastión de Pokrovsk; con un nuevo frente abierto hacia la ciudad de Dnipropetrovsk que se adentra en Ucrania central, y con ofensivas parciales en Járkov, norte, y Zaporiyia, sur, la maquinaria bélica del Kremlin quiere asestar a Ucrania un golpe definitivo y este verano puede ser el momento.
La maquinaria bélica del Kremlin quiere asestar a Ucrania un golpe definitivo y este verano puede ser el momento.
El objetivo es que la futura mesa de negociaciones se abra con dos posibles escenarios favorables para Rusia: la capitulación y rendición de Ucrania, que no parece tan factible pues ni siquiera Trump accedería a tal extremo, o el reconocimiento por Kiev (y sobre todo por Washington) de la pérdida territorial ucraniana de las regiones ya en manos rusas de Lugansk, Donetsk, Zaporiyia y Jersón, además de la anexión de Crimea, producida en 2014.
Cuando este jueves el secretario general de la OTAN, Mark Rutte, afirmó que “claramente la pelota está ahora sobre el tejado de Rusia”, tenía toda la razón. Pero eso es precisamente lo que quiere Moscú, que la iniciativa sea suya. Rusia quiere marcar el rumbo de la negociación de la misma forma que está llevando el de la guerra.
Y lo está logrando gracias al nerviosismo de Ucrania, que va comprendiendo lo que le va a costar la paz, y a la frustración de Europa por ser relegada en los contactos mediados por Trump. Pero también gracias a la falta de criterio del presidente estadounidense y sus pretorianos de Washington, poco duchos en manejar el maquiavelismo del Kremlin.
Rutte, en cambio, no acertaba cuando señalaba en esa reunión de ministros de Exteriores de la OTAN celebrada en Antalia, Turquía, que “claramente” Ucrania está lista para “negociaciones inmediatas” sobre el fin de la guerra. Si fuera así, significaría que Kiev está considerando ya la renuncia al territorio conquistado por Rusia.
Unas negociaciones largas
Las negociaciones abiertas esta semana en Estambul serán largas. Será necesaria la participación de Washington como mediador, de lo contrario será imposible avanzar un solo paso. Lo reiteró también en Turquía el secretario de Estado estadounidense, Marco Rubio: solo una cumbre entre Trump y Putin impulsara las negociaciones.
Europa podría tener también un papel importante, pero su actual posición rusófoba complica esa participación. Londres, París, Berlín y Varsovia, las principales capitales europeas implicadas, respaldadas por las Bálticas, son partidarios de reforzar a Ucrania en una guerra que Kiev posiblemente ya ha perdido.
El mayor obstáculo no es convencer a Ucrania para que renuncie a la quinta parte de sus territorio que está bajo la bota rusa. Es más complicado persuadir a Rusia para que desista del plan de paz expuesto por Putin en junio de 2024. Este incluía la preservación de todas las conquistas rusas en los más de tres años de guerra, ya anexionadas a la Federación Rusa, y la entrega de la totalidad de esas regiones, incluidos los territorios que no han sido ocupados por el ejército ruso.
Rusia requiere también la renuncia definitiva de Ucrania a sus planes para incorporarse a la OTAN y el levantamiento de todas las sanciones impuestas a Moscú. La Unión Europea aprobó precisamente esta semana su decimoséptimo paquete de sanciones contra Rusia y amenazó con más si Putin no acudía a Estambul. Con este chantaje, Bruselas estaba dándole al Kremlin un pretexto más para que Putin no viajara a Turquía.
Rusia requiere también la renuncia definitiva de Ucrania a sus planes para incorporarse a la OTAN y el levantamiento de todas las sanciones impuestas a Moscú.
Las demandas ucranianas son inasumibles para Rusia. No solo reclaman la salida de todas las tropas rusas del territorio de Ucrania, incluida Crimea, también reclama el enjuiciamiento de Putin y de la cúpula del Kremlin por crímenes de guerra y, entre otras muchas peticiones, la concesión de garantías de seguridad para Ucrania a fin de prevenir nuevos ataques rusos en el futuro. Para Kiev la única manera efectiva de conseguir esas garantías es entrando en la OTAN.
El enviado ruso a Estambul quiso dar alguna esperanza este jueves, que podría indicar que algunas de las exigencias rusas podrían reconsiderarse. “El objetivo de las negociaciones directas con la parte ucraniana es lograr tarde o temprano una paz duradera”, afirmó Medinski en una alocución desde Estambul. En Moscú, sin embargo, el ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov, aunque apostó también por “dar una oportunidad” a las negociaciones de paz, rechazó un alto el fuego en estos momentos.
Posiciones muy alejadas
Fue Lavrov quien calificó a Zelenski de “patético” por el circo montado en Estambul para retransmitir su eventual confrontación con Putin y lo acusó de servir a los intereses de sus aliados europeos.
“Es una persona patética. Todos entienden la situación excepto él y los titiriteros que lo controlan”, dijo Lavrov. En respuesta, el Ministerio de Exteriores ucraniano le sugirió a Lavrov que dejara de “ladrar” y acudiera a Estambul.
La portavoz del Ministerio ruso de Exteriores, María Zajárova, fue más dura. Llamó a Zelenski “payaso” con “dudosos estudios”, por descalificar a la delegación enviada por el Kremlin a Estambul, y recomendó a los ucranianos que se pusieran a trabajar con seriedad en lugar de “dar vueltas alrededor del micrófono” y seguir las directrices de sus amigos en la OTAN.
En este sentido, el ministro ruso de Exteriores rechazó el clima de “intrigas” desatado en Estambul, consideró “inevitable que surjan problemas” y apuntó al Reino Unido como uno de esos intrigantes. Según Lavrov, Londres fue responsable hace tres años de hacer fracasar las conversaciones de paz celebradas en la ciudad turca y de convencer a Kiev para que se retirara de la negociación.
Entre tantas diferencias irreconciliables parece difícil un mínimo consenso en Estambul. En tal ambiente, la celebración de una cumbre entre Zelenski y Putin, con Trump de árbitro, no habría pasado de un show de los que es tan aficionado el presidente estadounidense.