
Andreína Baduel clama en redes sociales una fe de vida de su hermano Josnars, preso político en Venezuela desde el año 2020. La amarga experiencia de perder a su padre, el general y exministro de Defensa, Raúl Isaías Baduel, quien murió bajo custodia estatal en octubre de 2021, la mantiene en alerta.
Hace más de 100 días que no sabe nada de Josnars: ni cómo está ni dónde lo tienen; su denuncia la comparte con las familias de los 895 presos políticos reportados por Foro Penal, de los cuales 68 están en desaparición forzada, una situación que la Misión de Determinación de Hechos sobre Venezuela de la ONU señaló en una reciente comunicación que pudiera catalogarse como un crimen internacional.
La hermana del periodista Luis López, detenido en junio de 2024 en el estado Vargas, colapsó físicamente durante una protesta frente a El Helicoide, la sede de la policía política en Caracas, mientras pedía noticias de su hermano. Son apenas dos casos de los muchos que se conocen de familiares de presos políticos impactados emocional y físicamente al no tener ningún tipo de garantías de sus seres queridos.
Para entender cómo estas condiciones afectan la salud mental y emocional de las familias de los presos políticos, en Efecto Cocuyo conversamos vía telefónica con Magally Huggins, psicóloga social y criminóloga, con experiencia en cárceles a través de su trabajo en la ONG Una Ventana a la Libertad.
Las detenciones arbitrarias, el aislamiento, las desapariciones forzadas y la prohibición de visitas generan un trauma que marca a quienes buscan sacar de los barrotes a sus familiares.
Huggins describe este sufrimiento como una “fractura emocional” que, sin apoyo terapéutico, puede dejar heridas permanentes en las familias, especialmente en las mujeres, quienes lideran esta lucha por la libertad de los presos políticos venezolanos.
Víctimas por parentesco
El caso de Ermilendris Benítez, presa desde 2018 y condenada a 30 años de prisión por presuntamente estar vinculada al intento de magnicidio contra Nicolás Maduro, refleja las condiciones que enfrentan los presos políticos y sus familias.
Durante años, sus allegados vienen denunciando la falta de atención médica especializada y los malos tratos, crueles y degradantes a los que someten a la mujer en prisión.
“No se les garantiza la salud, la comida, ni los suministros básicos para la higiene. En el caso de las mujeres, no se les suministran toallas sanitarias, remedios antimenstruales cuando hay problemas en la menstruación”, señala Huggins, quien destacó cómo estas condiciones impactan de forma directa a los seres queridos de los detenidos.
Las familias son “víctimas por parentesco”. Los acusados enfrentan cargos sin fundamento, aislamiento y negación de derechos como la defensa legal de su confianza, como lo establece la Constitución, algo que perjudica de forma directa a sus familiares.
“La familia de las personas detenidas, ya sean civiles o políticas, son víctimas por parentesco. Estamos hablando de personas detenidas de manera arbitraria, con acusaciones sin fundamento, donde no tienen derecho a su abogado defensor privado y se las aísla de una manera absoluta de toda su familia, lo cual no es legal”, afirma.
La psicóloga social añade que en el país, 96% de quienes asumen la responsabilidad de garantizar la supervivencia de los detenidos son mujeres —madres, hermanas, esposas—, según datos que sostienen investigaciones de Una Ventana a la Libertad.
Estas mujeres enfrentan la tarea de llevar alimentos o medicinas en un sistema carcelario que Huggins describe como inhumano, donde las condiciones violan derechos fundamentales establecidos en la Carta Magna.
“La victimización de las personas detenidas es múltiple. No es solo por estar detenidas, sino por estar aisladas, en condiciones insalubres, porque están durmiendo en condiciones no aptas”, añade la especialista.
La prohibición de visitas, común en centros como El Helicoide, deja a las familias sin saber si sus seres queridos están siendo torturados o si siguen con vida. Esta incomunicación agrava el sentimiento de impotencia, convirtiendo a los familiares en víctimas directas de un sistema que, según Huggins, los castiga por su vínculo con los detenidos.
Fracturas emocionales
La depresión, el miedo y la desesperación son problemas de salud mental constantes con los que tienen que lidiar los familiares de los presos políticos. De acuerdo con Huggins, los familiares de estos detenidos “están fracturados emocionalmente” y esas fracturas solo pueden ser reparadas con un buen proceso de ayuda terapéutica.
“No desaparecen (las fracturas), pero están selladas para continuar una vida normal, en la medida de lo posible, porque en este país no hay vida normal. La calidad de vida deteriorada de la familia es física, porque comer no provoca, porque tomar agua no provoca, porque lo único que provoca es llorar, gritar, y eso nos lleva a una depresión, una depresión solo de pensar cómo estará esa persona dentro de la prisión”, dice Huggins.
Expuso el caso de la hija de la abogada y defensora de derechos humanos Rocío San Miguel, quien se encuentra recluida en la sede del Sebin El Helicoide. “Esa muchachita, esa joven, está siendo fracturada emocionalmente”, añadió.
La especialista compara estas fracturas con una “cojera” que, sin intervención profesional, puede perdurar toda la vida. “Esas fracturas emocionales ameritan un médico, que en este caso es un psicólogo, un psiquiatra o un psicoanalista. Si no, eso va a quedar ahí abierto, como queda la gente cuando se fractura una pierna y no puede ir al médico y no hay quien lo ayude, entonces después queda cojeando toda la vida. Imagínate una cojera emocional. Cuán dolorosa y profunda y difícil de manejar puede ser”, advierte.
Para Huggins, el dolor de las familias de los presos políticos en Venezuela trasciende lo individual y se convierte en un sufrimiento colectivo que marca a comunidades enteras.
“Si una familia promedio tiene cuatro o cinco personas, y hay 900 presos políticos, multiplica por cinco: ¿Cuántas personas están sufriendo? Soportando la injusticia, el miedo, la distancia, atormentados por fantasías de terror, despertándose en la noche por un ruido que los lleva al hueco donde está su ser querido”, relata Huggins.
Esta situación, agrega, se agrava con promesas de excarcelación que nunca se cumplen, como denuncian las madres frente a cárceles como Tocorón o Tocuyito. “Es una destrucción, una puñalada en el alma. Ves que liberan a uno, dos, tres, pero los cientos que siguen esperando no salen, y eso te destroza”.
El terror de la desaparición forzada
Las desapariciones forzadas, como los 68 casos reportados por Foro Penal, son una de las experiencias más desafiantes que tienen que enfrentar los familiares de los detenidos por motivos políticos. Para la especialista, no saber detalles sobre tu familiar genera debilitación de la psique.
“No saber dónde está tu familiar, si está vivo, si está comiendo, si está siendo torturado, genera un terror que desorganiza la psique y debilita el cuerpo. La salud mental es como el resto de la salud. Exige, porque el ser humano es una unidad bio-psicosocial. Si tu psique está afectada por una situación injusta y dolorosa, vas a una situación de terror, porque nadie te garantiza que vas a salir con vida”, detalla.
Traslados a cárceles lejanas
El traslado de presos políticos a centros de detención alejados de sus hogares, como de Lara a Tocorón o de Bolívar a Tocuyito, hace casi imposible que sus familias, especialmente las de bajos recursos, puedan visitarlos.
“Muchísimos están solos porque el traslado del estado donde vivían, donde vive su familia, ha sido de tan lejos que la familia no puede llevar los suministros que necesitan, o tendría que ir cuando mínimo una vez a la semana. ¿Qué familia promedio venezolana puede hacer eso?”, cuestiona.
Huggins reitera la necesidad de apoyo psicológico y psiquiátrico que deben tener las familias de las personas presas políticas para poder sobrellevar la situación a la que están sometidos.
“Esas familias necesitan un apoyo emocional psicológico, en algunos casos psiquiátrico, porque necesitan ser medicadas para poder salir adelante. Sin embargo, siguen manteniendo la fuerza, la fuerza de la madre para quien por su hijo lo da todo, por su hija todo”, afirma. Sin embargo, reconoce que el acceso a este apoyo es limitado por la crisis económica, aunque algunas organizaciones no gubernamentales mantienen sus servicios de atención a la salud mental.
El temor a represalias, señala la especialista, lleva a muchas familias a guardar silencio, que después genera una culpa interna que en muchas oportunidades agrava su sufrimiento. El hecho de callar para que el detenido no pague las consecuencias, también lleva al familiar a un profundo conflicto emocional.
La resistencia de las mujeres
Huggins es enfática al indicar que las mujeres lideran la lucha por los presos políticos, en la que deben enfrentar condiciones extremas, y para eso apelan a la resiliencia y a la solidaridad.
“Son las madres, las hermanas, las esposas, las que están en las calles, llorando, gritando, exigiendo. En el caso de los presos políticos, lo que vemos todos los días en las calles, las protestas, los reclamos, los llantos, las lágrimas y los desmayos, son mujeres.”
Destaca la importancia de las redes de apoyo como los comités de madres y ONG que ofrecen un espacio donde estas mujeres encuentren fuerza para seguir exigiendo la liberación de su familiar, sin que las secuelas en la salud mental sean tan agresivas. “Esas organizaciones son fundamentales, dan fuerza, te dan apoyo físico y emocional, te dicen ‘no estás sola’, y eso para la salud mental es muy importante”, agregó.
Huggins menciona que la solidaridad es un pilar clave para sostener a estas familias en su lucha y pone como ejemplo a esas personas que, a pesar de no tener a un familiar detenido por hechos políticos, participan de manera activa en las concentraciones y colaboran con las familias.
“Tú ves como se repiten figuras que no tienen una víctima directa, pero que han hecho de la lucha solidaria su práctica cotidiana, la abuela del casco rojo, por ejemplo. Eso da fuerza, da fe en que los seres humanos, no todos, somos malos.”
Una sanación colectiva
La psicóloga social menciona que el dolor psicológico de las familias de presos políticos también se refleja en su salud física, lo que afecta su bienestar general.
“Una úlcera gástrica, por ejemplo, es una típica reacción física ante situaciones como esa”, añade.
Insiste en que las familias de los presos políticos deben ser reconocidas como víctimas directas por su vínculo, no como víctimas secundarias, para atender su dolor de manera completa.
Mientras los seres queridos de Josnars Baduel o Ermilendris Benítez siguen exigiendo justicia, la sanación no pasa solo por apoyo psicológico, sino por justicia y el respeto a los derechos humanos de los detenidos y sus seres queridos.
“Hablamos de víctimas de las injusticias cometidas contra las personas detenidas, sean presos políticos o no”, concluyó.